Quien más, quien menos podrá decir que a lo largo de su vida ha experimentado y experimenta las distintas características de confianza que significa la amistad. Teniendo en cuenta que la amistad entre dos personas es una libre elección del Ser Humano y que como tal, el apego y la afección por los demás no debería revestir ninguna problemática, la exploración de las distintas situaciones experimentadas en el transcurso de la vida se convierten en inexplicables, y en demasiados casos hasta vergonzosas por la cercanía, por el roce y por la estupidez.
Pero se nos olvida un gran detalle, que no por ser uno sólo, carece de importancia, y es que la amistad, como toda relación humana, se caracteriza por la condicionalidad. Y la condición siempre está presente, aunque no la conozcamos en ese momento, eso no quiere decir que no exista. Mientras que siga existiendo esa conveniencia, ese flujo mutuo de causa y efecto relacional, seguirá perdurando ese intercambio.
Pero las relaciones humanas cambian, no porque la gente cambie (que no es así), sino porque la situación coyuntural se ha extinguido. Lo que tú me proporcionabas antes a mí, ahora me lo proporciona otra persona de mejor modo y que realmente era lo que estaba buscando. Eso define en pocas palabras la magnitud de los cambios relacionales de amistad entre los Seres Humanos (perdón por las mayúsculas).
El valor de la amistad es uno de esos principios que experimentamos desde pequeños. Desde aquel que nos da seguridad, aquel que siempre tiene un SÍ para todo, aquel que comparte tus principios o incluso aquel que juega muy bien al fútbol nos demuestra que realmente no es un valor, es una Condición. La lealtad durará hasta que dure la necesidad. Esa es la mayor de las condiciones.
Las personas se asustan cuando el comportamiento de un amigo cambia cuando se altera su situación, y realmente es lo más normal, porque ya las condiciones han cambiado. El valor de la amistad desvela su verdadera cara, y esa es la de una necesidad de completarnos con el prójimo porque nosotros mismos no somos capaces de hacerlo solos. Eso es lo realmente terrible, eso es lo tremendamente aterrador.
Las personas somos seres sociales por necesidad, y a través de esa necesidad entablamos las relaciones con los demás. Mientras que las necesitemos seguiremos encontrando a gente que deje una huella indeleble y maravillosa en nosotros, pero también sufriremos por la revelación de la Verdad, aquella que duele y nos asquea, aquella que descubre que las personas somos entes egoístas y arrogantes. Como esto yo ya lo sé, no quiero jugar más... ¿Tú juegas?