El problema de los tiempos en los que nos ha tocado vivir es la pérdida de la noción de la realidad. La realidad sin ninguna capa de falsedad, sin la apreciación de los sentimientos, sin la intervención del relativimo más exacerbado que jamás hayamos imaginado. Cuando hablo en este blog de la Verdad (la única), en los círculos en los que suelo moverme o con algunos conocidos de las nuevas generaciones el pasmo de incredulidad que expresan sus rostros es algo asombroso.
La mayoría de la historia del Ser Humano está llena de búsqueda de respuestas, en la mayoría de ocasiones soluciones equivocadas de dudosa procedencia, y conforme hemos avanzado en tecnología y sabiduría, esas preguntas antes respondidas con leyendas y mitos, se disipan con la Verdad más absoluta e indiscutible. Saber discernir lo que nos rodea es una de nuestras tareas desgraciadamente abandonada por una masa inane e ignorante que cree saberlo todo desde la introspección de sus sentimientos.
¿Para qué queremos saber la Verdad si la podemos inventar apelando a las sensaciones de nuestras almas carentes de conocimiento? En cada uno de nosotros encerramos un filósofo brutal que encuentra las respuestas de la realidad que le rodea observando su interior y a su escaso intelecto. Nos equivocamos en la dirección de la búsqueda, en vez de observar y mirar la realidad para definirla, realizamos un acto de introspección para llegar a la conclusión que la Verdad será lo que a mí me más me convenga.
¿Por qué se ha desviado el sentido de la investigación? porque generalmente la Verdad es muy dura y cruel, los cuentos de hadas nunca han existido y el caos de los acontecimientos no genera ningún consuelo, sobre todo cuando somos tan incapaces como para no entender las causas de tal caos. Y como no soy el único que cree que en este mundo hay más tontos que botellines, la gran masa sentimental se ha hecho mayoría, y los pocos que sabemos la dirección de la búsqueda somos rechazados por llamar a las cosas como son.
Algún día querrán cambiar el nombre de las cosas, la historia junto con el pasado, las biografías y las culturas, amoldándolas a lo que le dicte la inconsciencia del revolotear de algún encefalograma plano, incluso intercambiarán los significados de "tonto" y "listo". Cuando llegue ese día, por favor, quiero ser el primer "tonto".
Pues sí, si la monarquía derivaba en dictadura, la democracia lo suele hacer en la demagogia de decirle a todos que cualquiera que sea la cosa que piensen o hagan será válida en pie de igualdad con las demás.
ResponderEliminarPara mí, aquí el problema es de delimitación. Mientras se acote adecuadamente el campo en el que se pueden mover las ideas y los actos de los demás, no habrá problema. Y no se trata de decidir entre muchos lo que hará cualquiera, sino de decidir entre algunos buenos lo que harán todos.
Quizá el problema sea que en un principio resulta mas fácil inventarnos otra realidad a vivir la que realmente nos haya tocado. El problema deviene cuando a base de inventarnos realidades paralelas hacemos de esa práctica algo usual y se nos escapa de las manos de tal forma que acabamos creando y viviendo en una realidad alternativa que nosotros mismos a veces hacemos mas dificil de llevar y asimilar que la que realmente es. Es mejor aceptar y vivir una realidad aseptica sin florituras ni inventos generados unilateralmente por nuestras no siempre bien amuebladas cabezas y que a la larga pueden acabar volviendose en nuestra contra. No sé si me he desviado mucho del tema ni si al final he conseguido explicar lo que pretendía. Simplemente aseverar que si, que la realidad es la que es y no la que podamos querer ver, imponer o autoconvencernos que es o debiera ser. Puede que esta sea una de las pocas verdades incuestionables.
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